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Comida y Emociones

Actualizado: 17 sept 2022

La comida y las emociones están íntimamente conectadas, aunque muchas veces no nos damos cuenta de ello. Existen investigaciones que han encontrado que las emociones pueden afectar las respuestas alimentarias en las diferentes etapas del proceso de ingesta, esto va desde la motivación para comer, la elección de los alimentos, las respuestas afectivas, cantidad y velocidad al comer, incluso afecta el metabolismo, digestión, etc.


A lo largo de nuestras vidas, vamos estableciendo relaciones entre las vivencias, emociones y los alimentos. Por ejemplo, puede suceder que en un día de más tristeza y melancolía el apetito disminuya, o si nos sentimos felices puede que decidamos comer algo que nos recuerde a un ser querido o un momento de gozo. Igualmente, es importante comprender qué es una emoción. De forma general, es una respuesta psicológica básica ante estímulos o situaciones específicas, cumple una función adaptativa y de supervivencia. Otra forma sencilla de entender las emociones es verlas como una “alarma de seguridad”, ya que son respuestas que alertan o avisan sobre ciertas situaciones del entorno.



Generalmente, se clasifican a las emociones como positivas o negativas. Según esta clasificación, algunas emociones como la ira, tristeza, asco y miedo son consideradas negativas, y otras como la alegría, esperanza, amor se consideran positivas. Sin embargo, es esencial comprender que todas las emociones son necesarias e importantes para nuestro correcto funcionamiento. Por lo tanto, ninguna emoción es “mejor” que otra, cada una tiene su función.


La conducta alimentaria se forma por múltiples factores y pautas socioculturales, por lo que también nuestra relación con la comida se forma con nuestras creencias y a la información nutricional a la que estamos expuestos. Esto hace que la elección de los alimentos no se base solamente en aspectos como su calidad o valor nutricional. Por otro lado, los alimentos pueden provocar emociones, lo que hace que también despierte un deseo o un antojo por algo en específico y eso afecta la elección que tenemos de los alimentos. Por ejemplo, si queremos sentirnos reconfortados al estar tristes, es común buscar alguna comida que nos recuerde a un momento feliz o persona querida.



Otra manera en la que se relacionan, es que las emociones de alta intensidad pueden suprimir la sensación de hambre, o bien, incrementar la ansiedad y se suele saciar por medio de la comida (lo que muchas veces puede terminar en atracones). Además, si la persona lleva una alimentación restringida, también es mucho más sensible en cuanto a que sus emociones pueden afectar si come más o menos. Entonces, estas restricciones pueden derivar a que la persona tienda a una alimentación emocional.

Es importante tomar en cuenta que cada persona está formada por su contexto cultural, social, económico, cognitivo y psicológico único que le permite enfrentarse a la vida y sus dificultades, empleando diferentes estrategias. Por eso es normal que suceda que, por ejemplo, se recurra a la comida como apoyo o refugio, pudiendo desatar ciertas conductas que pueden ser poco adaptativas. Esto es normal hasta cierto punto, sin embargo, el usar la comida como un método de escape de forma cotidiana puede afectar emocionalmente a la persona y por ende, cómo se comporta alrededor de los alimentos. Te invitamos a tomar consciencia sobre tu relación con la comida, pregúntate ¿cómo te sientes antes, durante y después de las comidas?, ¿conoces tu alimentación?, ¿comes algo específico al vivir ciertas emociones?.




Referencias:


Alvarado Mendez, A. L. (2021). Las emociones y su relación con la conducta alimentaria. Nutrición para Vivir Mejor. https://nutricionparavivirmejor.ucr.ac.cr/index.php/blog/165-las-emociones-y-su-relacion-con-la-conducta-alimentaria


Martin, H. G., & Ramirez, A. C. (2020). Psiconutricion (1. ed.). Almuzara.


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